Un invitado debe marchar a tiempo y no abusar de su bienvenida; incluso un amigo se vuelve molesto si se queda demasiado tiempo
LAS COMIDAS Y BEBIDAS
 

Beber y comer bien se encontraban, sin duda, entre los motivos de alegría del vikingo, como corresponde a una cultura rural donde la comida cotidiana no es siempre abundante y refinada, y cuya economía de penuria no permite hacer festín todos los días. Nos encontramos en países donde la vida ordinaria debía ser bastante austera.

En realidad, no se hacían más que dos comidas al día. La primera era, con gran diferencia, la más importante, práctica que los países germanos han mantenido más o menos con su desayuno consistente. Era el "dagverdr" (o dögurdr) que se tomaba a "dagmal", más o menos a las nueve de la mañana, una vez terminados los primeros trabajos de la granja, relativos al ganado. La segunda, o "nattverdr", una especie de equivalente de nuestra cena, se hacía a la noche, una vez terminadas las tareas del día, hacia nattmal, es decir, a eso de las nueve de la noche.

Según las estaciones, las horas podían variar hasta en una hora. Pero el esquema que se va a exponer, en conjunto, sigue siendo válido.

Se levantaban a rismal, sobre las seis de la mañana. A dagmal, a las nueve, tenía lugar el desayuno. Luego seguía hadegi, sobre las doce. Es probable que se tomara una colación a medio día, sobre eykt, que venía a ser las tres de la tarde. A las seis más o menos, era mid aptan, o media tarde. Seguía nattmal, a las nueve, mid nott, media noche, a las doce y otta, a las tres de la madrugada.

No es que la jornada haya estado repartida de esta manera rigurosamente, que sepamos, en franjas de tres horas exactas, pues la larga noche de invierno y el largo día de verano determinan los períodos de trabajo con mucho más rigor. Pero es un modo estándar de organizar y dividir el tiempo cotidiano.

En la comida, como en todas partes en la Edad Media, la señora de la casa confeccionaba un fondo de salsa, accesible de modo permanente, siendo el "plato base" una sémola, "grautr" a base de cereales. Se acompañaba de pan de cebada molida en la muela accionada a mano, o triturada con el mazo. Sobre ese pan se extendía mantequilla, siempre salada para asegurar su conservación, almacenada en cubos o cajas cómodas de transportar en caso de navegación. El plato consistente era el pescado, mas frecuentemente seco (skreid) que fresco, en principio cocido con agua, a veces asado y consumido con algas igualmente secadas o con ciertas legumbres como guisantes o habas.

La carne era más rara. La norma, sin duda, era majarla después de cocerla, como se ve todavía en Europa central, pero los arqueólogos han encontrado un número importante de utensilios para asarla, como esa larga varilla de hierro terminada en una espiral del mismo metal. Había platos o, más exactamente, escudillas de madera, teniendo cada uno, hombre y mujer, su propio cuchillo y su cuchara de madera o de cuerno. Por supuesto, no existía el tenedor, como tampoco lo había en otros lugares.

Numerosos platos hondos de madera atestiguan que no eran desconocidos algunos pasteles. Se los endulzaba con miel de abejas, que recogían ahumando las colmenas. Eran habituales todo tipo de sopas o decocciones diversas: calderos, marmitas, hervidores que se han encontrado en todas partes, a veces acompañados de cucharones de mango largo para remover el líquido y servir, son prueba de ello.

Los productos lácteos eran numerosos y variados, siendo los principales el skyr, una especie de leche cuajada a la que los vikingos eran muy aficionados y que no hay que confundir con el skýr actual de Islandia, que es el nombre que se le aplica a un queso blanco sumamente cremoso, y el sýra, suero que se utilizaba como bebida corriente. El queso, ostr, de cabra sin duda, figuraba igualmente en el menú y, como en todas partes, se prensaba para darle forma. Se encuentra en algunos textos la serie slatr, skreid ok ostr, carne, pescado seco y queso, que puede dar una idea de las disponibilidades.

La fruta no estaba ausente pero, como se puede imaginar fácilmente, no tenía ni la riqueza ni la variedad que conocían otros países del sur. Los textos sólo mencionan las manzanas, si se trata de Dinamarca y el sur de Suecia, avellanas y nueces, que parecen, por otra parte, haber gozado de un prestigio particular en algunos mitos religiosos, y sobre todo, bayas de todo tipo de las que, además, se podía hacer una especie de vino llamado "berjavin". Es evidente que un ama de casa no contaba con una paleta ilimitada de variables para componer su menú diario.

Las fuentes insisten de manera significativa mucho más en los temas de la bebida, en el hecho de beber, que en las vituallas propiamente dichas, teniendo con frecuencia el término "drykkja" o "drekka" (el acto de beber, la bebida) en el sentido de banquete. Se trataba, más que de la satisfacción de una necesidad elemental, de un gesto de convivencia cuya importancia es perfectamente comprensible en una sociedad de tipo más bien celular, donde la hospitalidad era de rigor. Por consiguiente, no es de extrañar que entre ellos no se celebra Jól, una boda o un funeral, sino que se los "bebe" (drekka jól, drekka brullaup, drekka erfi).

Así pues, aparte de agua y leche, bebían principalmente cerveza. Sin embargo, el término utilizado, "öl", cubre realidades diversas, aunque en todos los casos se haya tratado de malta, cebada y más raramente, lúpulo, fermentados y, eventualmente, especiados. Los textos no siempre establecen claramente la diferencia, pero al menos tres términos se aplican a esta bebida: öl, bjorr y mungat, las tres conservadas en toneles.

La fabricación de este brebaje era aparentemente un asunto delicado e importante, y se confiaba a los cuidados de los especialistas, unos más reputados que otros. Parece que mungat, a pesar de su nombre, golosina, se aplicó más bien a la cerveza ligera, siendo bjorr mucho más fuerte, representando öl la cerveza fuerte, aunque, como se ha dicho, la palabra puede convenir a todos los casos.

El vino era importado por definición y no conoció más fortuna que la literaria. El mito que afirma que Odín no se alimentaba más que de vino es, sin duda, simbólico, de acuerdo con la etimología del nombre del dios, ya que odr significa embriaguez o furor extático.

Pero la bebida por excelencia, como buena civilización indoerupea, era el hidromiel, mjödr, a base de miel, como su nombre indica. A decir verdad, debieron de existir variedades de "cerveza" en las que entraba miel, así como toda clase de especias, y todo hace pensar que, muchas veces, cuando se nos habla de "öl", debemos entender mjödr.

En cualquier caso, esas bebidas eran probablemente fuertes y los vikingos no parecen haber soportado bien la ingestión de bebidas alcohólicas. La embriaguez era, por decirlo así, la conclusión obligada de todo banquete y textos como la Saga de Egil, Hijo de Grim el Calvo, no nos ahorran detalles repugnantes o truculentos sobre tales ápapes. Se bebía en cuernos, naturales o de metal, incluso de madera, a menudo muy artísticamente decorados, pintados, grabados, realzados con placas de metal y dispuestos sobre ingeniosos soportes. La cristalería, sin pie, se importaba del extranjero, sobre todo de Renania. O bien, como prueba el tapiz de la reina Matilde, se utilizaban copas sin pie, especie de cubiletes muy acampanados. En todos los casos se trataba de recipientes que era prácticamente imposible poner en la mesa; había que vaciarlos tan pronto estaban llenos y de ahí la rápida embriaguez a la que nos referíamos.

Existen ritos de mesa que podemos reconstruir a partir de lo que dicen las sagas, sobre todo en lo que se refiere a la forma de beber. En general se bebía por rondas (sveitardrykkja), debiendo beber cada uno tanto como su vecino. Sucedía también que se bebiera a solas (einmenning) y, en ese caso, se hacía sin duda en cuernos más pequeños. Existía también la costumbre de beber a dos (tvimenning), sea entre dos hombres, sea entre un hombre y una mujer. Por regla general, el cuerno se pasaba en círculo o bien pasaba de una fila a la de enfrente. En cualquier caso, beber en abundancia era considerado una gran proeza, un verdadero héroe debía vaciar muchos cuernos sin interrupción, con riesgo de vomitar, lo cual, aparentemente, no tenía importancia.

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